miércoles, 16 de septiembre de 2015

“TRABAJA MUY BIEN”

 

A diferencia de lo que ocurre con la música, el común de los mortales desecha los géneros en el cine mientras se limita a glorificar a los cineastas en boga

 




Los géneros son una clasificación. Una guía que anticipa el camino que se va a recorrer. Tanto las artes como otros ámbitos cotidianos los utilizan como clasificación aunque en ocasiones excedan esa utilidad primaria para alcanzar categoría dogmática. Es el caso del cine, disciplina que ha trazado unos parámetros férreos aunque, a su vez, susceptibles de ser reinterpretados. Hay que conocer las reglas para poder saltárselas.

Sin embargo, pese a la relevancia de los géneros en el séptimo arte, son minoría las personas que se dejan aconsejar por ellos. Más allá de los que, a lo largo de su gestación, se han dirigido de nuevo a minorías como el terror o el western, estas categorías son obviadas con asiduidad por el espectador medio. Un fenómeno que he podido vivir en primera persona cuando se me pregunta acerca de la última película que he visto al conocer que escribo un blog sobre el tema. “La última seducción’ (John Dahl), Cold in july (Jim Mickle), En la boca del miedo (Carpenter)…”, respondo. “¿Y la última de Terrence Malick (o Haneke o Lars Von Trier)?”. “No la he visto”, suele ser mi respuesta. En un universo tan amplio como el cinematográfico y con la multitud de soportes existentes la oferta es infinita, así que si me gusta la morcilla frita con alegrías y dispongo de ella y de sus primas hermanas, ¿por qué he de probar la esferificación de membrillo con aroma de arenque y algas nori? En ocasiones lo hago por militancia pero suele constituirse en un esfuerzo carente de recompensa.



Está muy bien ser una persona abierta, con amplitud de miras. Yo no lo soy. Lo he sido en el pasado pero la experiencia me ha enseñado que aciertas nueve de cada diez si eliges lo que te atrae en un principio. Por eso no voy a la ópera ni escucho reggaeton, apenas veo dramas y en contadas ocasiones he ido a un restaurante de alta cocina. Una discriminación, por cierto, más que aceptada en la música donde está es común que a alguien le guste el punk y deteste el jazz. En cine es sacrilegio.



Todo esto es relativo, ya que los clásicos por algo lo son y pese a este alegato del género que puede implicar una depreciación del virtuosismo, reconozco que mis directores favoritos son Hitchcock y Wilder aunque disfrute como una bestia con realizadores más terrenales como Cronnenberg -quizá éste no tanto-, McTiernan o Kevin Smith. Y es que hasta Sid Vicious disfrutaría de un concierto de Marcus Miller. A lo que me refiero es que muy probablemente el espectador medio no aprecie el apego al género de acción de Terence Young, la soltura con la que se maneja en la comedia Evan Goldberg , el dominio del tempo de Fincher, la poesía de Wes Anderson o la cara de malo de Herbert Lom. Se limitará a decir: “Trabaja muy bien”.

martes, 21 de julio de 2015

BREVE HISTORIA CINEMATOGRÁFICA DE LA NOMENCLATURA ABSURDA


Michael Copon, Tobias Moretti o Cocodrilo Jones conforman la cima de este ensayo sobre la relatividad del ridículo cimentado en alteraciones previas con un sentido comercial como las llevadas a cabo por Margarita Carmen Cansino Hayworth o Walter Matuschanskayasky




Wilde ya barruntó en el siglo XIX la envergadura del apelativo a través de la suplantación de la personalidad. Algunos le hicieron caso, otros no. Se dice en los mentideros futbolísticos que Kaka estuvo a un pelo de fichar por el Madrid en su irrupción deportiva. Estas mismas fuentes aseguran que fue Florentino Pérez quien canceló la operación por lo cacofónico -nunca más acertado- del apelativo del brasileño. Más tarde rectificaría con éxito dudoso, pero como diría Lou Jacobi (Moustache) en Irma, la dulce (1963) “eso, ya es otra historia”. No es rumor, ya que puede comprobarse fácilmente, el cambio de rumbo llevado a cabo por la firma automovilística Mitsubishi con uno de sus modelos más exitosos. Bautizado de la siguiente forma debido a su inspiración en el leopardus pajeros, el Pajero hubo de redenominarse Montero en los países hispanohablantes y USA por motivos evidentes.

Aunque cada vez menos, el verano es escaso en estrenos cinematográficos, de ahí la proliferación de artículos y post tan intrascendentes y lúcidos como éste. Pura esencia estival. Y es que el séptimo arte se ve, asimismo, salpicado de jocosas nomenclaturas que alegran a uno -lo justo- el metraje más coñazo o, al menos, le surten de un material que habita el limbo que separa la memez de los perspicaz.



Y es que el ámbito cinematográfico guarda brillantes denominaciones que parecen sacadas de la escena pornográfica. Más allá de juegos de palabras preconcebidos como el Gaylord Focker (o Gaylo Follen) de Los padres de él (2004) y ella (2000) o el más inspirado diálogo de presentación del mayordomo Benson Señora en Un cadáver a los postres (1976), existen ejemplos que parecen diseñados ex profeso para sobremesas cannábicas.

Quizás en este escenario tenga un lugar destacado Tobias Moretti, actor austriaco de madre italiana, conocido por su papel coprotagonista junto al perro Rex, un policía diferente (1994). Referentaco. No le va a la zaga Michael Copon. Habitual de series como Power Rangers (1993) o One tree hill (2003), a Copon le queda un trecho para ganarse el respeto de la profesión.

No se puede decir lo mismo de Bill Condon, autor de Dioses y monstruos (1998), precursor de la saga Crepúsculo y responsable de la inminente Mr. Holmes (2015) sobre el agitado retiro de Sherlock. Su apellido (condon se dice igual en inglés) no le ha supuesta mofa alguna y decidió mantenerlo con entereza para la masa. Tres cuartos de lo mismo ha sucedido con Eduardo Chapero-Jackson (Verbo, 2011) quien ha debido aclarar en más de una ocasión que su apelativo no es un nombre artístico.



Mis más sinceros respetos para quienes no capitularon ante los requerimientos más superfluos de la industria y decidieron mantener las muescas que su estirpe dibujó en el DNI. No lo vieron de tal forma auténticos iconos como Norma Jeane Mortenson o Marilyn Monroe, Demetria Gene Guynes o Demmy Moore, Allan Stewart Königsberg o Woody Allen, William Henry Pratt o Boris Karloff, Krishna Banji o Ben Kingsley, Jennifer Annasstakis o Jennifer Anniston, Walter Matuschanskayasky o Walter Matthau, Carlos Ray o Chuck Norris… Hay quien pretende recuperar sus raíces como Charlie Sheen quien aparece como Carlos Esteves en algún los créditos de algún trabajo reciente. Y quien lo hizo por imposición en la práctica como Michael Keaton, Michael Douglas en realidad. Incluso ésta quien, en un ejercicio de independencia, renuncio a la nobleza cinematográfica para labrarse un camino propio como Nicolas Kim Coppola o Nicolas Cage.

Tras este sinsentido veraniego de estupideces cinematográficas, me permito cerrar el post con la más garbosa que me he encontrado en los últimos tiempos: Cocodrilo Jones: el hijo de Indiana Dundee (1990). Cine filipino de alta alcurnia que acoge títulos con astutos malabarismos polilingüísticos como Super Wan-Tu-Tri (1985). Si alguien las ve, que me avise.

jueves, 21 de mayo de 2015



NUEVOS TIEMPOS, VIEJOS HÉROES

Como en 'Los Vengadores' o 'Mad Max', la industria recupera los héroes de la infancia para el público actual en films cimentados sobre una consistencia cada día más habitual



Si hace un par de semanas la cartelera acogía con regocijo el estreno de la segunda parte de Los Vengadores que saludaba la prensa especializada, la pasada era la cuarta entrega de la saga wetern post-apocalíptica Mad Max la que irrumpía con estruendo mediático y loas críticas en las salas. Ambas son la avanzadilla de una tendencia imperante desde hace no tanto y que se ampliará durante el presente curso. 
 
Las productoras se han percatado de que los niños que disfrutaban leyendo cómics, jugando con G.I. Joes y Masters del Universo o que alquilaban sin prejuicio alguno películas de la Canon demandan un cine pulp de calidad. Sumemos a la ecuación un alto poder adquisitivo destinado -en un también alto porcentaje- a divertimentos vacuos como éstos. El silogismo termina en una nueva vanguardia instalada en el cine de acción adolescente y bien barnizada para estos eternos teenagers



No obstante habría que reconsiderar la vacuidad de estos trabajos que son cada día mejor recibidos por la crítica. Ese buen recibimiento se sustenta en historias realmente sólidas embutidas en trajes de latex. Star Wars (1977) o los Batman  (1989) de Burton iniciaron una senda por la que caminaban prácticamente en solitario. Hoy es caravana.

Por ello y para regocijo de la vasta comunidad de lo que entendemos por frikis (todo hijo de vecino tiene alguna debilidad al respecto, la verdad), el presente 2015 traerá la nueva saga de Star Wars firmada por J.J. Abrams, los dinosaurios volverán a ponerse de moda con Jurassic World, Mendes y Daniel Craig podrían decir adiós a la saga Bond con Spectre y a nadie extrañaría que Cruise hiciera lo mismo con Misión imposible: Nación secreta. Tras su digno regreso a la gran pantalla -quien lo diría- Schwarznegger recupera el papel que le aupó al estrellato en un nuevo alarde de contención interpretativa con Terminator Génesis. Marvel Studios ampliará su universo en celuloide con Ant-Man mientras que otro grupo de superhéroes de la misma editorial lo hará a través de 20 Century Fox por problemas de derechos con el reboot de Los cuatro fantásticos.




DE MARVEL A BRUGUERA
En España no se ha obviado esta tendencia que se atacará con la traslación a las salas de un Anacleto: agente secreto cuyo trailer pinta mejor de lo que cabría esperar y promete una españolización de esta nueva usanza. Años tarde, amén de excepciones mal traídas como Mortadelo y Filemón (2003), tal y como es costumbre en este país que cabalga aún rezagado en materia cinematográfica y cuyos talentos emigran con celeridad por mucho que la industria se vanaglorie por un par de pelotazos en taquilla.