martes, 21 de julio de 2015

BREVE HISTORIA CINEMATOGRÁFICA DE LA NOMENCLATURA ABSURDA


Michael Copon, Tobias Moretti o Cocodrilo Jones conforman la cima de este ensayo sobre la relatividad del ridículo cimentado en alteraciones previas con un sentido comercial como las llevadas a cabo por Margarita Carmen Cansino Hayworth o Walter Matuschanskayasky




Wilde ya barruntó en el siglo XIX la envergadura del apelativo a través de la suplantación de la personalidad. Algunos le hicieron caso, otros no. Se dice en los mentideros futbolísticos que Kaka estuvo a un pelo de fichar por el Madrid en su irrupción deportiva. Estas mismas fuentes aseguran que fue Florentino Pérez quien canceló la operación por lo cacofónico -nunca más acertado- del apelativo del brasileño. Más tarde rectificaría con éxito dudoso, pero como diría Lou Jacobi (Moustache) en Irma, la dulce (1963) “eso, ya es otra historia”. No es rumor, ya que puede comprobarse fácilmente, el cambio de rumbo llevado a cabo por la firma automovilística Mitsubishi con uno de sus modelos más exitosos. Bautizado de la siguiente forma debido a su inspiración en el leopardus pajeros, el Pajero hubo de redenominarse Montero en los países hispanohablantes y USA por motivos evidentes.

Aunque cada vez menos, el verano es escaso en estrenos cinematográficos, de ahí la proliferación de artículos y post tan intrascendentes y lúcidos como éste. Pura esencia estival. Y es que el séptimo arte se ve, asimismo, salpicado de jocosas nomenclaturas que alegran a uno -lo justo- el metraje más coñazo o, al menos, le surten de un material que habita el limbo que separa la memez de los perspicaz.



Y es que el ámbito cinematográfico guarda brillantes denominaciones que parecen sacadas de la escena pornográfica. Más allá de juegos de palabras preconcebidos como el Gaylord Focker (o Gaylo Follen) de Los padres de él (2004) y ella (2000) o el más inspirado diálogo de presentación del mayordomo Benson Señora en Un cadáver a los postres (1976), existen ejemplos que parecen diseñados ex profeso para sobremesas cannábicas.

Quizás en este escenario tenga un lugar destacado Tobias Moretti, actor austriaco de madre italiana, conocido por su papel coprotagonista junto al perro Rex, un policía diferente (1994). Referentaco. No le va a la zaga Michael Copon. Habitual de series como Power Rangers (1993) o One tree hill (2003), a Copon le queda un trecho para ganarse el respeto de la profesión.

No se puede decir lo mismo de Bill Condon, autor de Dioses y monstruos (1998), precursor de la saga Crepúsculo y responsable de la inminente Mr. Holmes (2015) sobre el agitado retiro de Sherlock. Su apellido (condon se dice igual en inglés) no le ha supuesta mofa alguna y decidió mantenerlo con entereza para la masa. Tres cuartos de lo mismo ha sucedido con Eduardo Chapero-Jackson (Verbo, 2011) quien ha debido aclarar en más de una ocasión que su apelativo no es un nombre artístico.



Mis más sinceros respetos para quienes no capitularon ante los requerimientos más superfluos de la industria y decidieron mantener las muescas que su estirpe dibujó en el DNI. No lo vieron de tal forma auténticos iconos como Norma Jeane Mortenson o Marilyn Monroe, Demetria Gene Guynes o Demmy Moore, Allan Stewart Königsberg o Woody Allen, William Henry Pratt o Boris Karloff, Krishna Banji o Ben Kingsley, Jennifer Annasstakis o Jennifer Anniston, Walter Matuschanskayasky o Walter Matthau, Carlos Ray o Chuck Norris… Hay quien pretende recuperar sus raíces como Charlie Sheen quien aparece como Carlos Esteves en algún los créditos de algún trabajo reciente. Y quien lo hizo por imposición en la práctica como Michael Keaton, Michael Douglas en realidad. Incluso ésta quien, en un ejercicio de independencia, renuncio a la nobleza cinematográfica para labrarse un camino propio como Nicolas Kim Coppola o Nicolas Cage.

Tras este sinsentido veraniego de estupideces cinematográficas, me permito cerrar el post con la más garbosa que me he encontrado en los últimos tiempos: Cocodrilo Jones: el hijo de Indiana Dundee (1990). Cine filipino de alta alcurnia que acoge títulos con astutos malabarismos polilingüísticos como Super Wan-Tu-Tri (1985). Si alguien las ve, que me avise.